jueves, noviembre 19, 2009

La Regla

“Para trabajar la piedra es indispensable la regla…” me decía la sabia maestra Elhe, encargada de instruir a los aprendices, al tiempo que me entregaba una regla de acero “… se utiliza para encontrar las imperfecciones en el desbaste de la piedra, cuando parece que ya está perfectamente plana es la regla la que nos permite verificarlo y nos ubica las imperfecciones. Aprende su uso y averigua su significado”.
Revisé cuidadosamente la regla, era de acero y estaba graduada, 24 pulgadas de largo y dos de ancho, muy rígida debido a su forma triangular; pesada, probablemente por lo mismo; pero nada más.
Estuve pensando en su uso pero no se me ocurrió para qué podría servir una regla más que para medir; pero medir qué, no tenía que medir la piedra… ¿o sí?
Abstraído en la revisión de la regla no noté que el sabio maestro Carepe, que aunque era responsable de la instrucción de los compañeros más avanzados me dispensaba algunas distinciones, estaba junto a mí observando lo que hacía (creo que debo decir no hacía) cuando me dijo ¿No tienes idea de cómo usar la regla? Su voz me sobresaltó; no maestro Carepe, le respondí, no tengo idea de cómo se usa la regla, por eso no entiendo por qué los compañeros más avanzados siempre se preocupan de llevar su regla con ellos.
Observa, me dijo mientras tomaba mi regla y la asentaba de filo sobre la piedra que había yo trabajado, la pasó de lado a lado, luego la pasó de plano, se detuvo, la dejó asentada y de dio un ligero golpecito en un extremo y la regla giró como hélice; mientras la regla giraba me dijo: estoy seguro de que pensabas que tu piedra estaba perfectamente plana; sí respondí avergonzado; pero como puedes notar tiene una ligera protuberancia que, aunque es imperceptible a simple vista, es suficiente para que la regla gire, eso te permite la regla cuando la aplicas correctamente, notar las imperfecciones que aún tiene tu piedra para poderlas corregir, aprende a usarla; dicho esto me dio una palmada en el hombro y se alejó.
Por cierto, eso de hacer girar la regla como hélice no es nada fácil; pero aprendí con cierta rapidez que pasando la regla de filo de lado a lado de la piedra podía sentir imperfecciones que no podía ver. La regla muestra las imperfecciones.
Muy orgulloso estaba de mi manejo de la regla (aunque no podía hacerla girar) y estaba seguro de que mi piedra ya no tenía protuberancia alguna, ni las que no son perceptibles a simple vista, cuando pasó el sabio maestro Fiarsadú, famoso por su costumbre se mencionar la otra cara de la moneda, y me dijo mientras sonreía: “veo que has progresado en el manejo de la regla, pero veo que solo haz corregido los errores de exceso, te falta aprender a verificar los de defecto”; observa, dijo mientras tomaba la regla con la mano derecha y la ponía en un extremo de la piedra y cerrando el ojo derecho puso el izquierdo al nivel de la superficie de la piedra, corrió la regla, de repente se detuvo, tomó el lápiz que tría sostenido en la oreja, trazó una línea, regresó el lápiz a la oreja y continuó repitiendo la operación varias veces; luego que recorrió la piedra completa puso la regla en una de las líneas que había trazado y me dijo “observa aquí”; cerré el ojo derecho y apliqué el izquierdo a la superficie de la piedra y vi horrorizado, una rendija de luz en parte de la regla; cuando vio mi expresión el sabio maestro Fiarsadú me dijo: “en realidad no es tan grave, pero hay que corregirlo, sólo tienes que rebajar toda la superficie hasta que quede al mismo nivel, usa tu regla todo el tiempo para que eso no pase…” puso la regla en mi mano y continuó su camino mientras yo miraba con cara de estupefacción todas las rayas que había trazadas en mi piedra… ¡A desbastar! Hasta que la piedra quedó perfectamente plana. Por cierto que utilicé muchísimo la regla.
Continué practicando el uso de la regla y ya era capaz de dejar una piedra perfectamente plana y no soltaba mi regla ni para dormir.
La sabia maestra Elhe me vio trabajando, se me acercó y dijo “veo que haz progresado en el uso de la regla”; sí dije orgulloso mientras inflaba mi pecho como pavo, “entonces ¿Puedes explicar el significado moral de la regla?” preguntó la sabia maestra Elhe… ¿El significado moral? Alcancé a balbucear al tiempo que abría los ojos como platos y expulsaba el aire de mis pulmones desinflándome por completo ¿Significado moral? (había olvidado que me lo dijo desde el principio) ¿Significado moral? ¡Pues claro! Si todo es simbólico y cada símbolo tiene significados diversos, la regla también sería un símbolo y también tendría varios significados, uno de ellos sería el moral… No aún no lo conozco, admití avergonzado, no por no saberlo sino porque ni siquiera se me había ocurrido averiguarlo. “Pues averígualo” me dijo la sabia maestra Elhe al tiempo que se retiraba.
En medio de mi confusión, decidí enfrentar a la ignorancia de la manera que resultaba menos dolorosa a mi ego, averiguando (discretamente para que los demás no lo notaran) con mis compañeros y eso hacía cuando, sin darme cuenta el sabio maestro Ferupo me escuchó al pasar, se detuvo y me dijo “Fasaro, empieza por averiguar qué significados tiene la palabra regla ¿Por qué tiene esos significados? ¿En qué otros contextos se usan? ¿Y cómo averiguo eso, maestro Ferupo? Pregunté; yo empezaría por el diccionario dijo con sencillez a tiempo que una risita se le escapaba, dio media vuelta y se alejó con un lento caminar.
Ni remedio, tendría que revisar diccionarios… A ver ¿Qué significados tiene la palabra regla?
Regla. (Del lat. regŭla) f.
Instrumento de madera, metal u otra materia rígida, por lo común de poco grueso y de forma rectangular, que sirve principalmente para trazar líneas rectas, o para medir la distancia entre dos puntos.
Aquello que ha de cumplirse por estar así convenido por una colectividad.
Conjunto de preceptos fundamentales que debe observar una orden religiosa.
Estatuto, constitución o modo de ejecutar algo.
En las ciencias o artes, precepto, principio o máxima.
Razón que debe servir de medida y a que se han de ajustar las acciones para que resulten rectas.
Moderación, templanza, medida, tasa

Regla s f
Instrumento hecho con distintos materiales, delgado, largo y con o sin graduación, que sirve para trazar o medir líneas rectas
Expresión o enunciado que señala lo que se considera bueno y justo para el ser humano y que por ello debe determinar o guiar su conducta
Principio o enunciado que dirige o señala la manera de hacer algo; procedimiento que debe seguirse para lograr cierta cosa: una regla de conducta, reglas de un juego, reglas de ortografía, reglas de versificación, una regla matemática
En regla De acuerdo con el reglamento, en la forma debida, según lo manda la ley: papeles en regla, documentos en regla

Así que regla, principio y norma son en cierto sentido sinónimos; norma sí como de ley; reglamento es una colección de reglas ¿Y por qué una regla es una norma? ¿Se parece una norma a una regla de acero de 24 pulgadas? ¿Cómo puede ser lo mismo una regla escrita que una regla de acero?...
Y así, sin encontrarle sentido a lo leído y dándole vueltas en la cabeza, sin notarlo me encaminé a las zonas desérticas del Royal donde me encontré, no tan casualmente, al sabio maestro Oronú, quien tenía fama de ser el más sabio de los sabios maestros de esta región –aún no sabía que su fama se extendía más allá de montañas y valles- que como acostumbraba tenía en la mano un posillo con una bebida caliente, obscura y aromática del que bebía de vez en vez y al verme la cara me dijo ¡Pero qué te pasa Fasaro! ¡Tienes cara de tener la cabeza llena de abejas! Casi, sabio maestro, le contesté, debo conocer el significado moral de la regla de 24 pulgadas, el sabio maestro Ferupo me sugirió empezar por el diccionario y ahora no entiendo cómo un principio es una norma y cómo una norma es una regla, como mi regla de acero de 24”; si pongo juntas todas las reglas de mis compañeros ¿Obtengo un reglamento? No ¿Verdad? ¿Por qué, si un reglamento es un conjunto de reglas? El sabio maestro Oronú que, hasta ese momento había estado tratando de conservar la compostura, estalló en una sonora carcajada… Vamos por partes, me dijo, estamos hablando de un significado moral, es decir, de una interpretación simbólica de la regla de acero de 24”. Si fueras a Escocia, te dirían que representa el día y la forma en que debes dividirlo: 1/3 para el trabajo, 1/3 para el reposo y 1/3 para el recreo, porque los aprendices dividen en tercios o, si lo prefieres, entre tres, pero no estamos en Escocia, así que hay que pensar de otra forma.
Dime Fasaro ¿Para qué sirve la regla? Oronú preguntó, para que la piedra me quede pareja, sin excesos ni defectos, respondí. ¿Y si hubiese algún error, sea de exceso o de defecto? Pues la trabajo con cincel y martillo hasta la perfección… Dejemos de lado el martillo y el cincel, que son materia de otra reflexión; si fueras piedra ¿Para qué serviría la regla?
Pues… para hacerme notar las fallas de carácter, sean por exceso o por defecto para trabajarlas hasta alcanzar, idealmente, el equilibrio perfecto en la superficie de la piedra y si yo fuese la piedra, en mi persona; es decir que ¡Si quiero construirme como una mejor persona, debo aplicarme con constancia las reglas correspondientes! Exclamé emocionado.
¿Y si la piedra fuese la sociedad? Preguntó antes de que tuviese tiempo de concluir y redondear la idea, con lo que mi confusión aumentó y en forma casi inconsciente respondí: igualmente, la correcta aplicación de la regla nos puede permitir trabajarla en busca de la perfección. ¿Nos puede permitir trabajarla? ¿Es acaso tu trabajo perfeccionar a la sociedad? Me cuestionó el sabio maestro Oronú. ¡Claro que sí! Contesté emocionado… creo… no sé, me acobardé, creo que es demasiado para un simple aprendiz de cantero; la búsqueda de la perfección individual está bien, pero ¿La búsqueda de la perfección de la sociedad entera?
No de la sociedad, Fasaro ¡De la Patria entera! Me interrumpió el sabio maestro Oronú, es la diferencia entre nuestro gremio y otros gremios. Los canteros de Escocia, York, Memphis y otros lugares más trabajan para perfeccionarse como individuos. Los canteros Mexicanos aceptamos expresamente trabajar incansablemente para el engrandecimiento de la nación mexicana. ¿Recuerdas tus juramentos?
Después de algunos minutos en los cuales trataba de ordenar mis ideas, el sabio maestro Oronú atacó de nuevo: dime Fasaro ¿Qué es más importante, que la regla sea buena o que se use bien? Pues… las dos cosas, contesté tímidamente. Sí eso es lo ideal, dijo Oronú, pero si no pudieras tener las dos, sólo una, ¿Cuál escogerías? Pues la segunda, balbucí sin saber realmente por qué. Y ¿Por qué? Preguntó trayendo a la realidad mi temor y haciéndome pensar a todo lo que daba mi pobre cerebro, pues porque, escucho el rechinar de mis neuronas, cuando me dieron mi regla, ésta era perfecta: el mejor acero, perfectamente alineada, hermosamente grabada; pero yo no sabía que hacer con ella; era la mejor regla del mundo, pero como no podía usarla, no servía para nada. En cambio veo a algunos de los sabios maestros cuyas antiguas reglas tienen imperfecciones, pero gracias a su gran habilidad en el uso obtienen piedras perfectas.
Pues recuérdalo, me dijo, y esto es válido para el individuo, la sociedad y la Nación: lo importante no es el instrumento, sino cómo se utiliza; dijo al tiempo que daba un sorbo de la obscura y aromática bebida del pocillo que tenía en la mano.

“El respeto al derecho ajeno es la paz”
I y P H Benito Pablo Juárez García
Es cuanto.

martes, septiembre 09, 2008

El Martillo


El día que vi la luz, la sabia maestra Elhe –quien era responsable de instruir a los que recién éramos recibidos en este taller para aprender a ser canteros- me dijo: “ahora que eres aprendiz, vas a empezar a utilizar las herramientas; la primera es el martillo o mallete, que es como preferimos llamarlo. El mallete va a ser la herramienta más importante en tu vida; aprende a usarlo y aprende su significado”.

Tomé el martillo en mis manos y cuidadosamente lo revisé. Había oído decir a otros canteros más avanzados, y también lo escuché de algunos sabios maestros, que el martillo de cantero era un martillo muy especial, que era diferente a cualquier otro martillo; escuché que con este martillo se podía hacer cualquier cosa que se quisiera hacer; llegué a pensar que el dichoso martillo era una herramienta mágica –bueno, con tanta cosa que se cuenta de los canteros, uno no sabe que creer-. Pero ese martillo, el que estaba en mis manos, era como cualquier otro que hubiese visto, no parecía tener nada de especial.

Tenía el martillo en las manos y no sabiendo que hacer con él, me dirigí al sabio maestro Carepe, quien instruía a los canteros que estaban avanzados, y sobreponiéndome al temor de que me rechazara, pues no era su responsabilidad la instrucción de los neófitos, le pregunté. El sabio maestro Carepe me dijo: “lo primero que tienes que hacer es conocer bien tu propio martillo, cada quien tiene uno diferente, unos son más grandes que otros, a veces son más pesados o livianos, los de algunos son más notorios que los de otros; pero todas estas diferencias no son importantes, no hacen diferencia en realidad; lo que hace la diferencia es como lo manejas”. Estuve revisando mi martillo; lo sopesaba, calculaba su tamaño, me preguntaba si era más grande o pequeño que el de cualquier otro cantero; en fin, lo revisé hasta que lo conocía de memoria; y no entendía nada.

Recordé que tenía que aprender a manejarlo, pero no sabía como hacerlo. Buscando alguna instrucción le pregunté al sabio maestro Angaca, el docto y amable maestro que provenía de las lejanas tierras del sur y poseía un fino sentido del humor, me dijo: “no seas bruto, los niños aprenden a caminar, caminando; aprenden a hablar, hablando; y se aprende a montar bicicleta, montándola; imagínate si yo me hubiese puesto a aprender a pilotear un avión por correspondencia, sin subirme a uno, y después de un exitoso examen teórico, me hubiese graduado con honores, ¿me acompañarías en mi primer vuelo real?”

En vista de las explicaciones recibidas, tomé mi martillo y fui a pegarle a la piedra, esto debía ser una forma de aprender. Me acomodé frente a la piedra y le lancé el primer golpe, golpee con todas mis fuerzas, tal vez por la frustración acumulada... y el martillo rebotó, y rebotó tan fuerte que escapó de mis manos; fui a buscarlo, me volví a acomodar, volvía a golpear, el martillo volvió a rebotar y... de nuevo escapó de mis manos. Y una vez más... me pasó lo mismo; y otra vez y otra y otra. Pasó cerca de mí el compañero Jaraba, más antiguo que yo, y que ya había aprendido a utilizar otras herramientas, y como si nada me dijo: “si le pegas menos fuerte, por lo menos no tendrías que estar yendo a buscar el martillo a cada golpe”. Pensé que tenía razón; estaba cansado y sudoroso, y la piedra, como si nada.

Estaba sentado frente a la piedra pegándole despacito una vez, y otra y otra y otra, y... cuando pasó el sabio maestro Fiarsadu, que era famoso por su rara habilidad de mencionar la otra cara de la moneda, se detuvo a mirarme y me dijo: “así como le pegas, nunca vas a terminar; desperdicias tu tiempo y tu esfuerzo. La forma correcta es pegarle con ritmo, ni muy fuerte ni muy suave, pero siempre con constancia, sin detenerse, inténtalo”. Empecé a golpear un poco más fuerte y tratando de cuidar el ritmo, al poco tiempo me di cuenta de que el esfuerzo era mínimo; encontré la fuerza necesaria para que el martillo rebote lo suficiente para que el siguiente golpe fuera fácil... y la piedra se empezó a romper.

Estaba yo muy entretenido martillando la piedra, y muy orgulloso de haber aprendido la forma correcta –ni muy suave ni muy duro, manteniendo un ritmo constante- y viendo como la piedra iba cambiando, cuando pasó por ahí el sabio maestro Oronú, que tenía fama de ser el más sabio de los sabios maestros, traía en la mano un posillo con un líquido oscuro y aromático del cual bebía de vez en vez; se detuvo frente a mí y se quedó viéndome trabajar, como si tratara de comprender lo que estaba yo haciendo. Cuando abría la boca para preguntar, yo ya había disparado mi pregunta: sabio maestro ¿cuál es el significado del martillo? Me miró con extrañeza, parpadeó como para comprender mi pregunta y casi sin pensar dijo: “el martillo es el símbolo de la voluntad, es la herramienta más poderosa del hombre; con voluntad se puede hacer cualquier cosa, aún cuando se carezca de otras herramientas, sin voluntad, de nada sirven todas las herramientas del mundo”.

Y entonces, como por arte de magia, todo lo que me habían dicho los otros sabios maestros, adquirió un nuevo sentido. Lo importante no es el tamaño de tu martillo, sino cómo lo usas; la forma de aprender a utilizarlo, es usándolo; no se trata de golpear muy duro unas cuantas veces y abandonar, sino que se trata de mantenerse constante en su uso... Todo tenía sentido, ahora ya entendía por qué la primera y más importante herramienta de un cantero es el martillo; ya entendía por qué el martillo del cantero es mejor que cualquier otro martillo; aunque parezca igual, se usa mejor. El martillo del cantero es un martillo mágico, puede lograr cualquier cosa que uno se proponga hacer, sólo hay que usarlo de la manera correcta.

Estaba sumido en estos pensamientos cuando el sabio maestro Oronú se incorporó como para irse, bebiendo de vez en vez el oscuro y aromático líquido conteniendo en el posillo que tenía en la mano. Ya iba a echar a andar cuando se volvió a mirarme un tanto perplejo, parpadeó un par de veces y, como si acabara de notar que había algo muy raro en lo que estaba yo haciendo me dijo: “sería mucho más fácil trabajar esa piedra si además del martillo utilizaras un cincel”... Dicho lo cual, dio un sorbo y se alejó pausadamente, dejándome perplejo.

“El respeto al derecho ajeno es la paz”

I\ y P\ H\ Benito Pablo Juárez García

Es cuanto

miércoles, mayo 10, 2006

Cincel


“Desde los más remotos tiempos, una de las herramientas principales de los canteros ha sido el cincel”, decía la sabia maestra Elhe, encargada de instruir a los aprendices mientras me entregaba una varilla de acero con uno de sus extremos aplastados y afilado, “se utiliza para desprender pequeños fragmentos de la piedra que se desea desbastar; lo primero que aprende un cantero era como utilizar un cincel para desbastar una piedra bruta, para dejarla lisa y darle forma de un cubo perfecto que es utilizado para la construcción de la obra. Aprende su uso, averigua su significado y aprende a usarlo”.
El sabio maestro Carepe, que aunque era responsable de la instrucción de los compañeros canteros más avanzados por alguna razón que desconozco me tenía un especial afecto, me dijo: “al igual que todas las demás herramientas, el cincel de del cantero es el mejor cincel que existe, porque el cantero sabe que no importa el tamaño, sino la forma en que se usa; un buen cantero utiliza su cincel mejor que cualquier otro obrero, sabe sacarle mayor provecho, sabe como lograr mejores resultados con el menor esfuerzo”.
Tomé el cincel y me acomodé frente a la piedra, ¿qué tanto problema podría ser? apoyo el filo del cincel sobre la piedra y lo goleo con el martillo, cosa simple… Tomo mi cincel con la mano izquierda, lo apoyo en la piedra y con el martillo en la derecha descargo el primer golpe… el cincel resbala sin hacer mella, prensa mi pulgar contra la piedra, grito, aflojo la mano y el cincel sale disparado… y choca con una piedra que se encontraba varios metros al frente, justo delante de los pies del sabio maestro Jaloal, menos mal que no dio un paso o le atravesaba el tobillo.
Calmadamente, el sabio maestro Jaloal, levantó el cincel, miró alrededor y me vio con el martillo en la mano derecha, el pulgar izquierdo en la boca y mirada de estupefacción, concluyó que o había sido el que perdió su cincel. Con paso lento, el sabio maestro Jaloal se acercó y me dijo: “lo que ocurre es que pusiste muy inclinado el cincel, si el ángulo es muy pronunciado, la fuerza del golpe se pierde en el cincel mismo y no desbasta la piedra, prueba poniéndolo más vertical”, dicho esto me entregó el cincel y prudentemente se paró detrás de mi hombro izquiedo; mucho tiempo después comprendí que ese era el sitio más seguro.
Puse el cincel e posición casi vertical, esperé un instante y como no me corrigió, tomépuntería, aspiré profundo, contuve la respiración y descargué el golpe de martillo… El cincel vibró tan fuerte que tuve que soltarlo, el martillo rebotó tanto que casi escapa de mi mano… escuché la pausad voz del del sabio maestro Jaloal que me decía: “no puedes poner muy vertical el cincel, no se trata de clavarlo, no es un clavo; la energía del golpe hace que vibre el cincel y casi no se aprovecha, mira la piedra, casi no lo sintió; y en el peor de los casos puedes romperla…” sintiendo coraje pensaba ¿y por qué no me lo dijiste antes de que golpeara? ¿no me podías corregir la posición y horrarme el susto? y como si yo hubiera pensado en voz alta o él hubiese leido mis pensamientos dijo: “no telo dije antes porque es importante que adquieras experiencia, cuando se quiere aprender los errores son tanto o más importantes que los aciertos, se aprende más de los fracasos que de los éxitos”. “Ahora inténtalo en ángulos intermedios hasta que encuentres la forma correcta de poner el cincel”, dijo y se alejó calmadamente.
Estaba aprendiendo rápido, usaba bien el cincel, desprendía fragmentos de piedra de tamaño respetable y sólo me detenía para secarme el sudor y descansar de vez en vez, cuando pasó cerca de mí e brillante maestro Sico, se detuvo a mirar mi trabajo por lo que me esforcé en demostrar lo rápido que podía desprender grandes fragmentos de piedra; seguió mirando hasta, que contra mi deseo, tuve que detenenerme a tomar aire por el cansancio y hasta entonces, en su particular y docto estilo, dijo: “fíjate muy bien en lo que te voy a decir, para lograr un máximo de resultados con un mínimo de esfuerzo debes desprender pedazos pequeños en cada golpe, con eso te cansas menos y en el mismo tiempo logras más”; y yo que estaba tratando de impresionarlo; “ah, una cosa más, tu cincel ya no tiene filo, mantenerlo afilado es muy importante” y dico esto se alejó.
Estuve practicando cuidadosamente hasta que aprendí a usar el cincel de manera tal que parecía la cosa más fácil del mundo, utilizaba el ánglo correcto, lo golpeaba con la fuerza necesaria, no más, no menos, lo mantenía bien afilado, desbastaba la piedra en pequeños trozos… y entonces me acordé, la sabia maestra Elhe, encargada de la instrucción de los aprendices me había encargado que averiguara su significado; ¿cuál sería el significado del cincel?
Reflexionaba sobre el posible significado del cincel mientras trabajaba desbastando una piedra cuando pasó cerca de mí el sabio maestro Fiarsadú, famoso en toda la región y más allá porsu particular habilidad de mencionar siempre la otra cara de la moneda, se detuvo a mirarme y antes de que pudiese hablar le disparé la pregunta: sabio maestro ¿cuál es el significado moral del cincel? Me miró con detenimiento, lentamente tomó aire y respondió: “Para nosotros, los canteros, el cincel representa el raciocinio, el intelecto, la inteligencia; que es la principal herramienta para irnos formando a nosotros mismos como lo que debemos ser, para convertir la piedra bruta que somos en piedras cúbicas perfectas cuidadosamente trabajadas, con ángulos perfectamente rectos, con sus aristas totalmente rectas, con sus caras totalmente planas, en suma, que sean totalmente útiles para la obra. Claro, todo tiene sentido.
Pasó el tiempo y logré que los sabios maestros me llevaran, en calidad de ayudante, a un importante trabajo a las lejanas tierras del altiplano donde se reunirían con otros sabios maestros de todos los rincones de la tierra para discutir cosas importantes y decidir los destinos de la institución, en este viaje conocí a otros sabios maestros, hoy me voy a referir a uno de ellos.
El sabio maestro Rogaro tenía fama de ser el que mejor utilizaba el cincel en las lejanas tierras de la costa occidental, era inesperadamente joven para su alta investidura y se decía que su egendaria habilidad en el uso del cincel lo había llevado a ascender muy rápido en la Institución, de él apredí algunas de las mejores técnicas de cincel.
El sabio maestro Rogaro estuvo observando mi forma de trabajar la piedra, luego se acercó y empezó a examinarme; él preguntaba y yo respondía, respondía lo mejor y más rápido posible, no podía permitir que mi escases de habilidad y experiencia dejaran mala impresión de mis maestros; todo marchaba bien hasta que el el sabio maestro Rogaro preguntó ¿y cuál es el significado moral del filo del cindcel?
Tragué seco, entonces me dí cuenta de que no había terminado mi tarea; se me había dicho que averiguara el sentido del cincel y de su filo, nunca hice esa parte. Viendo mi expresión de pánico, el sabio maestro Rogaro se apiadó de mí y me tranquilizó: “no todos hacen la tarea completa, siempre se olvida algún detalle, es por eso que en todo momento todos nos tenemos que estar examinando, permanentemente, sin dejar lugar al error”… escuchado esto respiré aliviado, pero el sabio maestro Rogaro no se detuvo ahí sino que procedió a instruirme: El filo del cincel es el método, el método de razonamiento, el método científico, la lógica dialéctica con que podemos ir eliminando todas las imperfecciones que se presentan en la superficie de la piedra. El aprendiz de cantero aprende a afilar su cincel y a la vez, aprende a afilar su intelecto, asimilando el método científico hasta hacerlo parte integral de su mecanismo de razonamiento, de manera tan eficiente que no hay imperfección de la piedra que pueda resistir su ataque.
Así como es importante afilar el cincel periódicamente, periódicamente tambén hay que revisar nuestro método, porque, así como si bien no pierde su eficiencia, nosotros si perdemos apego al método por una utilización un tanto impropia, por una simplificación, por vicios adquiridos previamente o por cierta tendencia a transigir con creencias o dogmas ajenos.
El otro aspecto importante es el de golpear el cincel con el ritmo adecuado, es decir, de manera permanente, sin detenerse , es decir, debemos razonar siempre sin tregua, todo debe ser sometido el escrutinio de la razón, permanentemente, sin descanso; de lo contrario corremos el riesgo de permitir que una falacia anide en nuestro bagaje intelectual convirtiéndose en una imperfección en nuestra piedra cúbica, como un cantero chambón que deja imperfecciones en su trabajo, que no nos pase esto y podemos convertirnos en los mejores del mundo. Seremos capaces de construir la más grande de las obras
Dicho esto se alejó dejándome hundido en un mar de ideas, de complejos concets que tardaría muchos años en asimilar y que serían mucho más difíciles de llevar realmente a la práctica, pero alimentaba la esperanza de que en el momento que lograra hacerlo podría ser realmente un buen cantero; podría ser un cantero que realmente utilizara bien su cincel.
Después de dos pasos, el sabio maestro Rogaro giró, me vió, mró las herramientas que estaba utilizando, me clavó los ojos y dijo “pero usa la regla, o tu piedra nunca va a estar realmente bien trabajada”.

“El respeto al derecho ajeno es la paz”
I:. y P:. H:. Benito Pablo Juárez García

Es cuanto